El juego
es la quinta esencia de la actividad de los niños. Es el trabajo crucial de la
infancia. En el juego los niños aprenden a experimentar las posibilidades y los
parámetros de la vida. El juego necesita ser alimentado con ideas fértiles que
los niños pueden elaborar infinitamente. El juego creativo despierta y encauza
el poder de la imaginación.
Para el
niño el mundo imaginario puede tener mayor realidad que el mundo real: un
simple trozo de madera puede convertirse en un caballo volador, una locomotora
o una madre llamando a sus hijos a comer.
Muchos
niños hoy día se encuentran ante juguetes que les permiten poco o nada
estimular su imaginación, a los que únicamente hay que apretar un botón para
que se pongan en marcha. No puede sorprenderse entonces que el niño se aburra
pronto, se vuelva destructivo y más bien antes que después exija atención. Al
exponerles a medios electrónicos inapropiados les privamos de la iniciativa
para explorar el mundo jugando. Los
juguetes sencillos, basados en la pedagogía Waldorf, son sobre todo muy sugerentes, permiten el desarrollo de la
fantasía infantil y son al mismo tiempo una importante base para el desarrollo
de un pensamiento creativo.